Viene por las mañanas,
es sutil al despertarme,
roza mi hombro y susurra mi nombre;
mis ojos, fatigados de noches de almas que gimen y enfermeras que caminan ocupadas,
se abren y lo miran;
su cabello engomado y perfectamente recortado se custodia por la liga del cubrebocas azul celeste que enmarca y realza sus hermosos y tiernos ojos verdes.
Me observa y con sus dedos de pianista me inyecta sustancias.
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